Múltiples estudios han confirmado como las experiencias adversas durante la infancia (violencia, abusos, conflictos familiares), pueden tener un impacto negativo para toda la vida.
Un estudio realizado por la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins Bloomberg (EE.UU), y publicado en la revista “JAMA pediatrics», asegura que las personas con una infancia feliz, basada en buenos tratos, cuidados amorosos y seguros, tienen un riesgo menor a padecer depresión y otras enfermedades mentales durante la adultez.
Christina Bethell, profesora de la Escuela Bloomberg, directora de proyectos de investigación y autora principal de este estudio, explica que:
“La asociación entre las experiencias infantiles adversas y los efectos sobre la salud es compleja. Algunos individuos con múltiples experiencias infantiles adversas prosperan, mientras que otros no”.
También indica que:
“Los investigadores saben desde hace tiempo que las experiencias adversas de la infancia, como el abuso físico o emocional o la negligencia, el abuso de sustancias y los problemas de salud mental en el hogar, la exposición a la violencia, el encarcelamiento o el divorcio de los padres, pueden tener efectos negativos de por vida en la salud física y mental.”
Ante esto, es importante tener en cuenta que nuestro cerebro genera distintas sustancias y hormonas, que cuando están en los niveles adecuados, se encargan de mantener nuestra salud mental y llevarnos a ese estado al que llamamos felicidad.
LA RECETA DE LA FELICIDAD
Por lo general, entendemos la felicidad como una sensación de bienestar y alegría, pero, detrás de esos sentimientos positivos, se encuentran cuatro sustancias que las producen: serotonina, oxitocina, endorfinas y dopamina. Todos estos neurotransmisores envían la señal a nuestro cerebro de que estamos en un ambiente propicio y seguro para desarrollarnos.
Durante la infancia el niño o la niña está “decodificando” la información de su entorno, para entender como este funciona.
Si el niño o la niña vive en un entorno abusivo y maltratante, su cerebro percibirá que el mundo es un lugar inseguro, y esto hará que se activen sus mecanismos de sobrevivencia, segregando en mayor cantidad hormonas relacionadas al estrés, como el cortisol. Esta bioquímica genera sensaciones constantes de estrés, angustia, ansiedad e inseguridad. Todo esto, produce la activación de mecanismos asociados a la sobrevivencia, lo que afecta de forma importante el comportamiento e influye en la capacidad de aprendizaje, debido que, el cerebro percibe que el ambiente no es seguro ni apto para el desarrollo.
Sin embargo, cuando los niños o las niñas tienen vivencias positivas que les hace sentir felices, se produce esta maravillosa bioquímica que aumenta la segregación de oxitocina, endorfina, serotonina y dopamina.
La clave no solo está en evitar que las/os niñas/os sufran durante la infancia, sino, también, en que acumulen la mayor cantidad posible de buenas experiencias, para que cuenten con recursos emocionales positivos que les permitan afrontar de mejor manera futuras adversidades.
Es necesario que se comiencen a integrar políticas dirigidas a impulsar experiencias positivas en la infancia.